Al cumplirse dos meses de la renuncia del Papa Benedicto XVI a la Sede de Pedro, la Iglesia entera reconoce, sobrecogida por este acontecimiento insólito, el gran regalo que ha constituido para todos la persona y el magisterio del “Papa Teólogo”.
El amplio y riquísimo magisterio desarrollado por él a lo largo de su pontificado puede ser definido a través de tres rasgos reconocidos unánimemente y desde diversos puntos geográficos de la Iglesia: la lúcida profundidad de una doctrina marcada por lo esencial para la fe, la preocupación pedagógica por llegar a todos en su exposición, y el estilo personal que ofrece un testimonio creíble de la misma con los gestos y las palabras de la propia vida. Desde esta triple perspectiva tenemos que reconocer en Benedicto XVI al Maestro, al Pastor y al Hombre de Dios.
Cuando asistimos a las reacciones que, desde tantas instancias, elogian la figura y la renuncia de Benedicto XVI, no podemos dejar de recordar la frialdad con la que fue acogida su elección, y las duras, feroces e injustas críticas que sufrió al llegar a la Cátedra de San Pedro. Admirable contraste éste que constata no sólo el notable esfuerzo de quien, confiado en Dios, se ha presentado siempre del lado de la Verdad, sino también la fuerza intrínseca y definitiva que acompaña a la Verdad misma.
El paso del tiempo, herramienta en manos del Señor, nos ayudará a descubrir el acierto de la decisión y su bondad misma en beneficio de la Iglesia. Ahora es ocasión de confiar en el Maestro, Pastor y Hombre de Dios, que tantos motivos nos ha dado de credibilidad y coherencia. Quienes se dejan llevar por el Espíritu de Dios, viven y actúan según el Espíritu del Supremo Pastor de la Iglesia, Jesucristo el Señor. En sus manos dejó nuestro Papa emérito la nave de la Iglesia, como siempre lo estuvo durante su cuidado pastoral. De sus manos hemos recibido el don de un nuevo Pontífice, el Papa Francisco.
Nuestra querida Hermandad, humilde porción de la Iglesia de Sevilla, a la vez que ora por el Santo Padre el Papa Francisco, se une a las intenciones de nuestro Papa emérito, a su oración silenciosa y a su vida oculta, y expresa al Señor y al que ha sido su Vicario en la tierra, nuestra más sincera, entrañable y justa muestra de gratitud. Gracias por siempre, querido y admirado Santo Padre.
Isacio Siguero Muñoz
Director espiritual y Párroco de la de san Sebastián