Con este título tan sugerente, “EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA”, el Santo Padre convoca el año jubilar extraordinario de la Misericordia, cuyo lema será “MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE”. Simplemente actuando como nos sugiere este lema, ya podríamos dar por terminada la síntesis sobre esta bula de la convocatoria, solo nos quedaría vestir el armazón. Si la consigna propuesta ya constituye por sí misma la línea maestra que debemos seguir, otra de sus expresiones lo centra más plásticamente: “LA MISERICORDIA ES LA VIGA MAESTRA QUE SOSTIENE LA VIDA DE LA IGLESIA”.
El año jubilar se iniciará con la apertura de la Puerta Santa de San Pedro el próximo día 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción. El siguiente domingo, 13 de diciembre, tercer domingo de Adviento, se abrirán otras puertas santas de catedrales y santuarios, como signo de la comunión de toda la Iglesia. Concluirá el año jubilar el 20 de noviembre de 2016, día de la celebración de Jesús Rey del Universo. Con estas fechas tan significativas, el Papa Francisco quiere manifestar la importancia que la misericordia ha de tener en la vida de la Iglesia, en nuestras vidas.
La bula consta de 25 puntos que bien pueden agruparse en cuatro bloques: en el primero el Papa nos presenta la Misericordia como concepto; en el segundo sugiere iniciativas y prácticas para el periodo del jubileo; en el tercero afronta pecados concretos del entorno y situación actuales; en el cuarto María es la protagonista.
1.- Misericordia
Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. Con esta frase inicia el Santo Padre la bula de la convocatoria e insiste en la misma idea a lo largo de este punto: Jesús con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios.
La elección del 8 de diciembre como fecha de inicio del Año Santo tiene un significado muy especial: se cumplen cincuenta años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Los Padres conciliares percibieron como un soplo del Espíritu la exigencia de hablar de Dios a los hombres de un modo más comprensible, lo que abría una nueva etapa en la evangelización. Por eso hace referencia el Santo Padre a las palabras de san Juan XXIII en la apertura del Concilio: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la Misericordia y no empuñar las armas de la severidad….. La Iglesia quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de Ella”.
Hace mención también a las palabras del beato Pablo VI cuando en la conclusión del concilio se expresaba de esta manera: “….toda esta riqueza doctrinal se vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades”. El Papa desea que los años venideros estén impregnados de misericordia, para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios a todos, creyentes y lejanos. Y cita a santo Tomás de Aquino cuando compara la misericordia divina con la omnipotencia de Dios, y cómo no hay que considerarla un signo de debilidad, sino todo lo contrario.
El Papa nos ofrece muchas referencias a la misericordia divina en los Salmos, para mostrar que la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela el amor tan grande que tiene a la humanidad. De entre todos los salmos subraya el estribillo del 136, “Eterna es su misericordia”, salmo con el que Jesus oró antes de la pasión. En Jesucristo se nos revela el amor divino en plenitud. Nos recuerda el Papa que los signos de Jesus fueron, sobre todo, hacia los pecadores, los pobres, los excluidos, los enfermos y sufrientes; todo en Él lleva el distintivo de la misericordia. También hace un repaso a las parábolas dedicadas a la misericordia, en las que reside el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.
El Santo Padre, ahondando más en el sentido profundo que da a la misericordia, nos dice que hemos de inspirarnos en la bienaventuranza “Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia”. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo, pues la Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia.
Finaliza el Papa esta primera parte diciéndonos que dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia y nos propone este programa tan comprometedor como rico en alegría y paz.
2.- Iniciativas para este periodo
En esta segunda parte, el Papa ofrece consejos dirigidos a facilitar de manera práctica la vivencia del jubileo de la forma más plena posible. Propone inicialmente una peregrinación como reflejo de nuestra propia vida, siempre adecuada a nuestras posibilidades. Sería esta peregrinación un ejercicio de compromiso y sacrificio. Nos aconseja, incluso, etapas: no juzguéis, no condenéis, dad, perdonad, abrid el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales. En este jubileo seremos llamados a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención.
Desea el Papa que reflexionemos durante el jubileo sobre las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, para darnos cuenta de si vivimos o no como discípulos suyos. Relaciona detalladamente estas obras, con referencias concretas y que omitimos por su extensión.
Hay otra iniciativa expresa que el Papa denomina “24 horas para el Señor”, que se celebrará durante el viernes y el sábado que anteceden al IV domingo de Cuaresma. Es un tiempo fuerte de oración, que servirá para centrarnos en el sacramento de la Reconciliación. Aprovecha el Papa estos puntos para dar abundantes consejos a los confesores y adelanta otro de sus novedosos proyectos: enviará Misioneros de la Misericordia, sacerdotes con autoridad para perdonar pecados que están reservados a la Sede Apostólica. Y pide a los Obispos que los acojan, puesto que serán predicadores de la misericordia. Expone además otra de sus ideas cuando pide a las Diócesis la organización de “misiones para el pueblo”. Con motivo de la próxima coronación canónica de Nuestra Señora la Virgen de la Paz, esta iniciativa ya se está llevando a cabo, al menos de forma parecida, en nuestra hermandad.
3.- Delincuencia y corrupción
Esta parte es tan breve como concreta, y en ella el Papa se dirige a aquellas personas que, por su conducta de vida, se encuentran alejados de la gracia de Dios. A estos grupos delictivos va también esta petición: deben cambiar su estilo de vida, basta con que acojan la llamada y se sometan a la justicia mientras la Iglesia les ofrece misericordia. En este grupo de delitos el Papa incluye especialmente la corrupción.
El Papa aclara que la misericordia y la justicia son perfectamente compatibles; el pecador ha de arrepentirse, convertirse y creer para experimentar el perdón.
4.- María
Concluye la bula dedicándole el último punto a María Madre de la Misericordia. María es testigo directo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús, de que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites. A Ella le pedimos que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.
Si el Papa comenzaba la Bula comunicándonos que Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre, acaba diciéndonos que repitamos continuamente y con confianza: “Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor, que son eternos”.
José Miguel Arroyo Carrillo.